
En A la caza de la calabaza suelo enseñar las hortalizas más lozanas que me voy encontrando por el barrio, Halloween va Halloween viene, pero hoy quería hacer una excepción y mostrar el otro lado: lo que ocurre cuando la gente se olvida de retirar a tiempo sus creaciones hortofrutícolas y las dejan ahí, delante de las casas, sin importar que la putrefacción empiece a hacer mella (en estrecha colaboración con las malvadas ardillas; ¡las muy carroñeras se las van comiendo por dentro!).
Ser calabaza no es fácil
Si ser pavo en Acción de Gracias no es sencillo ni mucho menos agradecido, ser calabaza después de Halloween tampoco es moco de pavo… ejem. Ahí sigue nuestra calabaza, agonizante, acordándose de sus días de esplendor no tan lejanos. Porque las calabazas de Halloween también se pudren, pero dan más pena que las normales porque tienen ojos y boca. La pobre poco tiene que ver con la Ruperta, por ejemplo, quien siempre lucía una sonrisa porque era de plástico y se creía inmortal; ¡así cualquiera! No sé sí la de la foto será la calabaza más triste (y pocha) del mundo, pero es la más triste (y pocha) que he visto en persona, eso seguro.
Y como diría Mayra Gómez-Kemp: “Como tristes (y un poco pochos también) son los protagonistas de mi próximo libro, ¡tarjetita por aquí!”.

Manual de los difuntos recientes
No desvelo el título porque, aunque me gusta mucho, es tan largo que todavía no se sabe si va a caber en la portada, así que no sé. Pero me gustaría tenerlo listo a principios de este año que hoy estrenamos. Si el primero tenía título de libro de cocina (y era de humor), este tendrá un título de lo que tampoco es (y también será de humor). Va a tratar sobre la felicidad. Pero la de verdad, no la que nos intentan vender las tazas de Mr. Wonderful. Le he puesto un título de libro de autoayuda aunque no lo sea. Quién sabe, igual así lo lee algún despistado o despistada que tenga alergia a los libros de humor y descubra que le gusta reír en la cama o en la bañera o en el autobús o en el metro, donde la distancia de seguridad con respecto al sobaco del señor más próximo no está garantizada y cualquier excusa vale para evadirse un rato. Porque no hay mejor libro de autoayuda que un buen libro de humor.

Mr. Wonderful
Yo no sé si existe la felicidad. Solo sé que cada vez que Instagram me escupe la frase motivadora de turno, me apetece destrozar cosas y tirar el ordenador por la ventana mientras suelto algún improperio detrás de otro. En el edificio donde vivo las ventanas no se abren más que unos pocos centímetros; no cabe, maldita sea. Pero bueno, casi que mejor así. Solo espero que sea un libro divertido.