
Esta ha sido la segunda vez que he ido a Disney World, pero la primera vez que he ido inmediatamente antes de una pandemia mundial. Siempre hay una primera vez para todo, eso está claro. También ha sido la primera vez que me he alojado en un hotel Disney. La vez anterior nos alojamos en un motel de carretera, con su caja fuerte que no cierra, una Biblia en el primer cajón y una piscina en la que nadie se atreve a darse un baño porque si te dicen que hace poco encontraron un cuerpo flotando bocabajo y con los pulmones encharcados, tú vas y te lo crees. Pongamos que era un establecimiento de una estrella o dos como mucho, de ahí que fuera tan baratito.
Pero esta vez ha sido diferente. Bien es cierto que por fuera parecía un motel de carretera, con su caja fuerte que no cierra y la Biblia en el primer cajón…
100% La Sirenita
Pero por dentro era una habitación 100% de La Sirenita (con todo lo que eso implica). No todos los días puede ducharse uno bajo el mar, con chirlas como jaboneras y un montón de burbujas dibujadas en el alicatado, por aquí y por allí, para que la experiencia sea totalmente inmersiva (nunca mejor dicho).
Se mire por donde ser mire, pasar de dormir en un modesto motel de carretera (con una piscina enfrente con su correspondiente cadáver flotando bocabajo) a hacerlo en un modesto establecimiento Disney (con peces, pulpos y calamares en los rincones más insospechados) es un paso de gigante. No me extraña que digan que este es el lugar más feliz de la Tierra, ya solo la cortina de la ducha daba alegría verla, con el asco que dan las cortinas de las duchas en general y de los hoteles en particular. Pero luego me acuerdo de que dentro del Tío Gilito o de Minnie hay alguien bajito con cara triste y me crea desazón.

El Renacimiento, ¡qué tiempos!
También fuimos a la feria del Renacimiento, que no es un parque de atracciones propiamente dicho, pero si no te entretienes es porque no quieres. A diferencia de Disney, donde sabes en todo momento en qué siglo estás, venir aquí es como viajar en el tiempo. Lo que no se sabe muy bien es a qué tiempo exactamente, ya que la gente que va disfrazada no se pone de acuerdo. La mayoría van como de extras de Juego de Tronos, pero también hay quien parece que se ha confundido de feria y va vestida de Sailor Moon o de personajes manga totalmente random. Eso sí, de lo que más hay son vikingos y hadas, todos y todas bebiendo de unas jarras de cerveza tamaño barreño (ver a una señora con sus delicadas alas de hada del bosque bebiendo lúpulo y cebada de un cubo de fregar es cuanto menos chocante).

Hemos visto a un músico tocando hits de la Edad Media con el violín, y a la que puede ser la señora con los pechos más exuberantes de todo el Renacimiento viendo al señor que toca el violín (cada pecho era como mi cabeza de grande). Me pregunto cómo se las apañará para descansar por las noches. Imposible que pueda dormir boca arriba, y no lo digo yo, lo dicen las Leyes de la Física. Tampoco creo que pueda hacerlo boca abajo. De lado, complicado. Debe de dormir sentada en una silla.
Una respuesta a “Capítulo 1: La cortina de ducha de la sirenita”
[…] que al original de Disney World, pero si se le mira de cerca tiene su aquel. He estado dos veces en Disney World y muchas veces en la plaza Mayor, y he de decir que en realidad no se parece a ninguno… […]
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