
¿Eres escritor/a autopublicado/a? ¿Escribes uno de los género menos leídos? ¿El 90% de tus lectores/as vive en un continente y tú en otro diferente? ¿Tienes poco presupuesto y muchas ganas? ¡No todo está perdido!
Como autor autopublicado que escribe humor y vive en otro país, así, a primera vista, parece que lo tenga todo en contra. Es cierto que gracias a internet las distancias (casi) no existen y que con Amazon tus libros están disponibles en todo el mundo como por arte de magia, pero vamos, que no es lo mismo. Entre otras cosas, no puedes quedar con tus lectores/as para firmar libros en persona de vez en cuando… ni decirles hola y gracias por leerme. Y ellos, por su parte, tampoco pueden tirarte un libro a la cabeza si no les ha gustado. Esa cercanía, para bien o para mal, no es posible con un océano de por medio. Pero eso no quita que no haya cosas que sí puedes hacer.
¡CONSEJOS!
Sin ir más lejos, esta semana he presentado mi segundo libro: Cómo ser feliz un domingo por la tarde. Y no por Zoom ni por Instagram, sino presencialmente, ¡a lo loco!

Que no puedas ir a una caseta a firmar en la Feria del Libro de tu ciudad no quiere decir que no puedas organizar una minifirma por todo lo alto y a tu gusto, faltaría más.
A continuación, voy a compartir unos pequeños consejos para organizar una presentación de tu libro en circunstancias adversas y mantener la autoestima (más o menos) intacta. Para ello, vas a necesitar:
SER REALISTA
Lo primero que hay que hacer (además de escribir el libro, claro está) es avisar a todo el mundo de que vas a organizar una presentación de tu libro y dar por hecho que no va a ir nadie. De este modo, con que vaya una persona ya supera tus expectativas y te alegras. Esto depende también de la talla del ego de cada uno, que puede ir desde la XS hasta la XXXXXXXXXXXXXXL. En este último caso a lo mejor necesitas más de un asistente para sentir una mínima satisfacción, al menos seis o siete personas.
UN PRESENTADOR
Siempre viene bien tener a alguien que hable bien de ti y de tu libro en un evento así (echarte flores a ti mismo queda regular). Si conoces a alguien que tenga una voz bonita y sepa leer le puedes pedir que, por favor, recite algún trozo de algún capítulo, por ejemplo. Tampoco hace falta que sea actor de doblaje ni la voz del GPS; con que no se trastabille cada tres palabras ya vale. Y si lee despacio y parándose en los puntos y en las comas, ya has ganado unos seis o siete minutos en los que tú no tienes que hacer nada.

UN SITIO
Hay que encontrar un sitio donde llevar a cabo la presentación, un espacio que puedas reservar por un par de horas: un bar, una librería, una plaza de garage… donde sea. No recomiendo hacerlo en casa por si tienes cosas de valor, tales como la Play Station o un ordenador. Hay gente que, además de no leer ni el folleto del Eroski, es amigo de lo ajeno. En EEUU no roba casi nadie, algo inaudito, pero no quise correr riesgos innecesarios y reservamos la zona común del edificio (donde solo puedes robar un ficus de plástico o una silla como mucho).
UN PISCOLABIS
Viene fenomenal contar con un aliciente no-literario para atraer gente, como cervezas fresquitas o una tarta de chocolate con la portada de tu libro. Así te aseguras de que si la gente no viene a llevarse tu libro firmado, al menos acuda por la comida o por la bebida (que seguramente te hayan costado más de lo que vayas a ganar vendiendo libros, pero bueno, lo importante es que vengan). Eso sí, no está de más que te asegures de que los asistentes no sean de buen comer, de lo contrario el presupuesto se te dispara.

A RAFFAELLA
Tienes que intentar, sobre todas las cosas, que no resulte un evento largo ni tedioso. A veces, las presentaciones de libros tienen fama de ser aburridillas, las cosas como son. No es lo mismo presentar un libro y regalar unos marcapáginas que has hecho con todo tu cariño que presentar un jamón y repartir lonchas cortadas finito-finito (el esfuerzo en el primer caso es mayor). Aconsejo poner canciones de Raffaella sonando en bucle de fondo. Sin compasión.
TÚ Y SOLO TÚ
Como decían Mecano en una canción y La Oreja de Van Gogh en otra: Tú, tú, tú, tú, tú, tú, tú. A diferencia de lo que sucede en las ferias de libros multitudinarias (donde no dejas de ser uno/a más), en tu humilde (pero molona) presentación no hace falta que digas que vas a estar firmando en la caseta número 230 entre fulanito y menganito. Solo estás tú; es poco probable que alguien se confunda y le compre el libro a otro que no seas tú. Recuerda que estás haciendo todo esto para hablar de tu libro y encasquetárselo a cuanta más gente mejor: la literatura es tu voz y oye, todo por un sueño.
Aunque jugar con la confusión no tiene por qué ser malo de por sí. En mi caso particular, no pierdo la esperanza de que alguien compre Cómo ser feliz un domingo por la tarde pensando que es un libro de autoayuda… y descubra, de repente, que le gusta reír y que eso también ayuda.

HAY QUE REÍR
Tal y como comenté cuando, muy a mi pesar, tuve que decir unas palabras y responder preguntas de lo más indiscretas, no me haré rico vendiendo libros de humor, pero la satisfacción que siento cada vez que alguien me dice que no puede aguantar las carcajadas en el metro o en el autobús, o que se va a la cama contento/a, o que leer un capítulo tras un día de mierda le cambia la cara o incluso el ánimo… eso no tiene precio. Esto no quiere decir que no me haga ilusión vender cantidades industriales de ejemplares y hacerme rico, una cosa no quita la otra… Son complementarias.
SEÑORAS
Y no olvides que, aunque te dediques a un género que no tiene mucho tirón o trates temas minoritarios o un poco atípicos para los tiempo tiktokeros que corren, siempre habrá alguien a quien le pueda interesar lo que escribes; “solo” tienes que encontrarlos o esperar a que te encuentren (esta es, sin duda, la parte más difícil). Por ejemplo, la edad media de los personajes de mi libro es de setenta años (lo cual tampoco es tan raro teniendo en cuenta que he crecido viendo a una señora mayor resolviendo crímenes, a cuatro señoras mayores compartiendo apartamento en Florida y escuchando a una cantante cuyo primer éxito data del Mester de Juglaría), y no por ello pierdo la esperanza de que haya alguien a quien le apetezca leer historias protagonizadas por señoras mayores. Porque a las señoras mayores también les pasan cosas. Además, si todo el mundo escribiera sobre lo mismo solo porque es lo comercial y lo que vende sería todo más aburrido.

BOCA-OREJA
Dicen que las presentaciones de libros no sirven para nada más que para alimentar el ego. Pero quién sabe, a lo mejor alguno de los que han ido a comer tarta le recomiende tu libro a alguien que no te conoce de nada y le guste… y ala, ya tienes un lector o lectora más que, con un poco de suerte, puede que vaya a tu próxima firma de libros a comer tarta. Así que el último consejo sería que no hay mejor campaña de marketing que el boca-oreja, y en ella confiamos cien por cien.
Puedes leer el primer capítulo (y un trozo del segundo) de Cómo ser feliz un domingo por la tarde aquí mismo o en Amazon. ¡Doña Gwendolyne y un servidor te damos las gracias!
Una respuesta a “Capítulo 39: Cómo hacer una firma de libros un martes por la tarde”
[…] y como dije en el capítulo 39, lo primero que hay que hacer (además de escribir el libro en cuestión, claro está) es avisar a […]
Me gustaMe gusta