
Michigan se divide en dos partes: la Lower Península, que es donde vivimos las personas, y la Upper Península, que es donde viven los osos y el Bigfoot. O eso es lo que nos habían dicho, porque llevamos tres días de excursión y de momento no hemos visto ni de lo uno ni de lo otro. Ni osos ni Bigfoot ni nada, si lo llego a saber… Lo que sí que he visto ha sido una araña gorda en la bañera. Gorda no, ¡gordísima! No he gritado porque eran las ocho de la mañana. El viaje, a grosso modo, se puede resumir así:
Árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, ¡una casa! Árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, ¡un poste de la luz! Árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, ¡un señor en bicicleta! Árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, ¡un ciervo! Árbol, árbol, árbol, árbol, árbol, árbol… y así sucesivamente. Y ni siquiera puedo decir que he visto millones de árboles diferentes, cada uno de su padre y de su madre, qué va, eran todo el rato el mismo. Como cuando en los dibujos animados de la Hanna Barbera se repetía el mismo fondo, en bucle, venga a pasar el mismo árbol y los mismos arbustos todo el rato. Pues igual.

Eso sí, gracias a la estilosa habitación del motel, el no va más de la rusticidad, no podemos decir que nos vayamos de aquí sin ver osos a tutiplén. Osos montañosos por todas partes. Menos da una piedra.

El verano pasado (por estas fechas) estábamos en Mackinac Island, una isla muy bonita pero infestada de mosquitos. Según nos contaron, habían desaparecido todos los murciélagos del lugar, que ya es casualidad, y resulta que eran los únicos capaces de mantener a raya a los mosquitos… Así que si este año andamos en busca del Bigfoot, se puede decir que el año pasado estábamos en la isla de los mosquitos intentando no ser devorados. Cada verano es una aventura.
Hasta alquilamos un Airbnb con seguridad privada incluida, que consistía en el señor de la foto de arriba. Su uniforme de trabajo consistía en un chubasquero amarillo como el del malo de Sé lo que hicisteis el último verano y una gorra verde, y lo habían encadenado a un árbol delante de la casa cual espantapájaros. El primer día (ya no te digo la primera noche) te sale el corazón por la boca, pero para el segundo día por la tarde ya te habías acostumbrado… Pero los mosquitos también, maldita sea.

Aquí estamos posando con la sartén más grande del mundo. O eso dice la placa. Está en una carretera en medio de ninguna parte, como casi todo en este país. Otra cosa no, pero carreteras en medio de ninguna parte hay a puñaos, de esas que no sabes de dónde vienen ni mucho menos a dónde van. La sartén era de un tamaño hermoso, no lo voy a negar, pero vamos, como una sartén mediana de Bilbao.
3 respuestas a “Capítulo 4: Sé lo que hicisteis el último verano (por estas fechas)”
[…] mirarse en los espejos mientras pasea por el parque. Si también quieres ver una sartén de Bilbao aquí tienes […]
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[…] no todo van a ser bates gigantes, aquí estamos con la sartén más grande, no sé si del mundo o de dónde, pero que pequeña no […]
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[…] de las mariquitas gigantes, del bate de béisbol gigante y de la sartén gigante, ¡llegan más cosas gigantes! Son ese tipo de cosas que es imposible no ver cuando vas paseando […]
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